sábado, diciembre 30, 2006

Obsesión ochentera

La lista de obligaciones del cesante jamás terminan. Una y otra vez aparecen grandes cachos que finalmente redundan en trámites adicionales y ya que estamos desocupados lo mejor es enfrentarlos, como para dejar el 2007 dispuesto a la mayor cantidad de tiempo y oportunidades. No soy pesimista como pueden ver. Espero del 2007 algún tipo de certeza. Mejor cambiar el folio de un año a otro, limpiar los papeles, o como ya se ha dicho incansablemente, cambiar la piel.

Bueno, me salí del tema. El punto es que el trámite me llevó al centro.

28 de diciembre, mediodía Paseo Ahumada. Hace algún tiempo, no sé si en la administración de
Lavín o en la de Alcaíno, colocaron cajas de sonido para ambientar las caminatas de los que se mueven por allí. Es decir, suena música ambiental en la calle a un volumen moderado.

En Estado casi al llegar a la Plaza de Armas, en la vereda de las joyerías, suena una versión en zampoña del empalagoso Take my breath away de los one-hit-wonder Berlin, parte de la banda sonora de la odiosa Top Gun, la película más arrendada por las clases populares chilenas, en versión zampoña. Caigo en que el tema tiene más de 25 años de antigüedad.

Burger King de calle Estado, minutos después. Comienza a sonar la insorpotable Through the barricades de los innecesarios Spandau Ballet. Versión original. Antigüedad: más de 20 años.

Huérfanos, frente al Bar Nacional 2. Se siente una versión en guitarrita clásica de One more night, del más que recurrente y vastamente obsoleto Phil Collins. Sin comentarios.

A esas alturas, comienzo a acordarme que durante la administración Lagos hubo una ley promulgada, casi estoy seguro de eso, que se refería a la música que se emite en lugares públicos y que ahì se indicaba que la música en cuestión debía ser chilena. Entiéndanme que yo jamás he sido fanático de la música chilena, salvo honrosas excepciones. Odiaría tener que mamarme a los Difuntos Correa cada vez que voy al centro. Pero esto que me ocurrió un día de los inocentes en el centro, escuchando sólo música fácil de los 80, me hizo entrar en la más completa de las dudas.

¿No era que había que promulgar música chilena en el espacio público? ¿O eso se refiere sólo a los actos públicos? Si alguien puede dejarme una aclaración estaré agradecido.

Por mí, y por todos aquellos que circulan en el centro sin que les importe tengo la sensación de que someterse a música de los 80 con tanta insistencia no puede hacer bien para el espíritu. Y quiero recalcar cierta música anglo de los 80. La fácil, la inmediata, la de las radios envasadas que eran inocuas a un período triste de este país.

Ok, tampoco quiero escuchar a los Mox. Pero si hay música ambiente por las calles deberíamos hacer un esfuerzo para escuchar de todo.

Perdonen la reflexión. Deformación profesional.

viernes, diciembre 22, 2006

Feliz Navidad

Feliz Navidad a todos los que leen estas páginas, amigos que circunstancialmente he conocido por una pega que ya no ostento. Que estén ojalá cerca de quienes más quieren y que reciban al menos un regalo que les provoque una sonrisa. Que disfruten el descanso del fin de semana y que les venga bien celebrar con otros.

Ahora que se acaba el año es como obvio qué es lo que deseo para el 2007, que no sé cómo viene. La verdad, no odio el 2006, aunque me pasaron cosas muchos peores que haberme quedado sin pega, malos ratos especialmente. Por ahí escuché que era un año de cambios... si hasta Pinochet se murió... Uno no está acostumbrado a eso. Digamos simplemente que los cambios arruinaron algunos planes que tenía. Pero habiéndolos pasado confieso que prefiero mil veces estar como estoy ahora que como estaba antes.

Felicidades a todos.

PD: Mi aparición en Piel de Jaguar de TVN es una casualidad odiosa. En Los Bunkers la semana pasada me encontré con el realizador del documental que me dijo que íbamos al aire el martes. Yo ni siquiera me acordaba que lo habíamos filmado. Verme fue regresar a una época que me provoca nostalgia pero que no añoro en absoluto... ah, y por esas cosas no se paga.

jueves, diciembre 21, 2006

¿Autogestión?

Esta semana aprendí a hacer pizzas. No uso levadura, ni harina con polvos de hornear. Me gustan de masa delgada y bien galletosas en los extremos, como las pizzas a la piedra de verdad, no las del sistema delivery. Intento equilibrar los ingredientes. No abuso con raciones dobles de queso, salsas ni algún ingrediente. Harina, sal, aceite de oliva, agua tibia. Masa. Masa hasta ablandar. Estirar. Estirar bien en una bandeja de horno untada también en aceite de oliva. Impregnar con salsa de tomates común o hacer una con tomates pequeños molidos. Aceitunas verdes sajadas sin cuesco. Carne molida que sobró del asado del domingo. Queso. 25 minutos de horno a 250 grados. Cuando la saqué lamenté no haber tenido a mano una cámara para fotografiarla y mostrarla en este blog. Estaba para la foto. Los comentarios de los comensales invitados fueron, debo decir orgullosamente, positivos.

Repetí la experiencia y quedó mejor.

Con la sierra caladora que me compré hace un año o más y que usé contadas veces sólo para cortar un mueble que desde una pieza a otra no me cupo, armé un bastidor para una pintura que me compré en mis vacaciones. Un amigo había hecho eso con otra pintura de mi casa y su trabajo había sido sencillo y durable (él pinta también por lo que sabe hacer esa pega). Con el tiempo algo más que de sobra, el cesante que suscribe realizó un cuidadoso trabajo. Primero midiendo la pintura en cuestión, la que traje enrollada desde su origen. Oleo sobre tela. Medí la pintura en el suelo. Calculé cuán ancho podía ser la madera del bastidor. Diseñé que tuviese un listón adicional al medio para que no se deformase. Y compré la madera dimensionada algo más larga de lo que correspondía para medirla en la pintura misma. Con la sierra fui capaz de realizar cortes en 45 grados para montar las esquinas y use los triangulitos que sobraron para reforzar los ángulos rectos interiores. Con paciencia hice un corte matemático para el listón central. Pegué cada esquina del bastidor con cola fría, una a la vez por intervalos de 25 minutos, para que secasen bien. Los reforcé con una engrapadora. Quedó muy firme. Finalmente, engrapé el óleo al bastidor y luego de amarrarle un alambrito atrás colgué la pintura en uno de los muros del living. Impecable.

Me imagino que suena algo obvio eso de que durante los días de cesantía uno se pone a pensar qué tanto puede costar pegarse el salto con una microempresa de algo. En el mercado actual tan hambriento de Chile es un riesgo para alabar. Pero creo que lo primero que uno debe tener es una certeza diferenciadora, una singularidad comercializable que permita que durante el primer tiempo a lo mejor las cosas vayan ahí no más, pero que uno resista. Paralelamente, si uno diseña una forma de estar en el boca en boca, o puede tocar la fibra de la singularidad (esta es una pizza pero no cualquier pizza, este es un bastidor pero no cualquier bastidor) el resto viene solito. Y más encima, uno es su propio jefe con todo lo que eso implica.

Por mi forma de ser, es más fácil para mí el sistema del mercenarismo y hacer varias pegas. Después de mis dos experiencias me fijé que son un montón de talentos los que están por desarrollar dentro de un ser humano y que presa de la desesperación cualquiera de ellos podría salir a flote si las otras pegas no van bien o no funcionan.

Qué curioso, esta es la primera vez que pienso en el plazo límite. Supongo que si llega marzo y no pasa nada tendré que pegarme un salto hacia otras aguas.

martes, diciembre 19, 2006

Cuando no te llaman ni siquiera por no

Tuve hace algunos días mi primera entrevista de trabajo. Iba con la frente en alto pues pesaba un montón el pasado más reciente en mi ex-pega, que, quiérase o no, se ve bien como carta de presentación. Estaba tranquilo. Todo comenzó con la llamada de una persona que me conocía por circunstancias laborales y que me dijo que este alguien, un tipo importante, quería ubicarme para ofrecerme algo.

Como todo esto no tenía relación con la radio, me pareció de inmediato atractivo, al menos por curiosidad. Y si tenían referencias positivas me pareció mejor aún dejarse querer un poco. Tengo en cuenta permanentemente que la gente te olvida fácil, que por muy bueno que uno sea pasan los días y ya tienes menos chance de quedar como alguien "en" el mercado que te mueves.

Por esos días también leía que la mejor manera de enfrentar la cesantía, o el período de búsqueda de trabajo, era estrechar la mayor cantidad de contactos posibles, por pelientos que sean. Dejar tu teléfono y tu tarjeta, como inconscientemente preparar el camino que te llega de manera impredecible, aunque seas tú quien diga algún día "no más".

Entonces, mientras pensaba que mi red de contactos era muy escasa (y en esto soy enteramente sincero) me bajé del auto con toda tranquilidad para enfrentar puntualmente mi primera entrevista para conseguir trabajo. Mi sensación, luego de una conversación de más de una hora en que el personaje incluso canceló dos reuniones que venían en su agenda, fue positiva. Quedamos en reunirnos después del fin de semana.

Segunda reunión. Iba adelantado en la hora. Me pareció perno y una señal de urgimiento llegar antes pero no era tan antes así que me dije "pico, que sea lo que venga" y llegué 12 minutos antes del tiempo pactado. Si hay que demostrar interés no hay que esconderlo. ¿Para qué? Después de la primera entrevista fue fácil darse cuenta de que con esto me alejo de la radio casi definitivamente pero que es una nueva ruta mucho más complicada y desafiante.

Estaba ilusionado.

En la última conversación vino el tema más complicado. El económico. Y me tocó difícil. Yo era el que tenía que poner precio. Lancé una cifra sin estar tan convencido y tengo la sensación de que fue bien recibida. Me responderían en una semana. No supe tampoco cuántos estaban en disputa del puesto de trabajo.

A la semana no me llamaron. A la semana y dos días, tampoco. Comencé a imaginar qué cosas habían ido mal. Qué respondí mal, qué critiqué mal. Qué palabras usé. Si pelé a alguien que el tipo conocía y no me percaté. No sé.

Hoy se cumplen dos semanas y no hubo ningún pronunciamiento. No respondieron mis mails. Como si la empresa hubiese desaparecido. Y la verdad es que no te avisan. Y ese es el primer elemento realmente doloroso de estar cesante. En Chile no te avisan cuando no es. Con raja te cuentan cuando sí es. Interrogué a gente que alguna vez pasó por procesos de entrevista, incluso con empresas de outsourcing y nada. Nunca te llaman cuando no es. Te pasas el resto de la vida pensando por qué no fuiste el ideal. Es horrible, porque no sabes qué tienes de malo y cómo puedes ayudarte para mejorar tu forma de plantearte en las entrevistas, cómo venderte, qué decir de ti, que cosas dejar para la sorpresa.

En dos minutos, alguien, su secretaria, su asistente de mierda, podría llamarte para decir en un minuto qué cosas de ti no servían. Puta que sería útil. A lo mejor doldría más en el momento. Pero dormiría más tranquilo y no pensaría huevadas como ahora.

En una segunda entrevista estaré, por cierto, un poco más nervioso.

domingo, diciembre 17, 2006

Navidad

Me encantaría ser compulsivo. Me fascinaría dar rienda suelta al consumo y haría pico mi tarjeta de crédito si pudiese. Pero incluso si tuviese trabajo no podría hacerlo. Es como que con los años los placeres materiales se relegan a un segundo plano y si uno es medianamente correcto moralmente con la vida sabrá que hay miles de prioridades antes que la satisfacción de los placeres más primitivos. Debe ser por eso que cada vez que me hago cargo de la compra de los regalos de navidad y entro a un centro comercial, me deprimo. Me compraría miles de huevadas. Pero miles. Cosas caras, cosas baratas, cosas inútiles la mayoría. Cosas útiles en la minoría.

Ahora que estoy cesante ese deprimirse se transforma en enfermedad. ¿Por qué chucha este año es el año de la X-box? ¿Por qué la tecnología de los pc's avanzó tan rápido? ¿LCD o plasma?

Y hoy cesante, se plantea el tema del presupuesto para los regalos de navidad. No sé si ustedes están metidos en grupos familiares enormes o pequeños pero este tema es de una importancia enorme al acercarse la celebración aquella. Leí por ahí que a comienzos de siglo XX en Chile se recreaba el pesebre, que los colonos alemanes trajeron el famoso arbolito y la leyenda y que desde entonces se regala. Todo comienza a cambiar. Primero se armaron árboles con adornos en las plazas públicas y poco a poco entró en los hogares a reemplazar al pesebre. Nadie se acuerda del nacimiento de Cristo, que es de donde viene la navidad misma.

Yo pensé en plantear el tema de esa forma en mi familia. Que recordemos el real sentido de la navidad y pico con los regalos.

Pero uno, cesante y todo, no puedo contravenir la costumbre de la navidad. Por lo tanto lo recomendable en este sentido, es destinar un presupuesto total y dividirlo por todas las cabezas regalables ineludibles por igual. Si usted no tiene pareja es una salvada, pero si la tiene hágase el favor de reducir el gasto al mínimo y entréguese una chuchería no más. Si tiene habilidades manuales, es el momento de comprar un paquete de lápices de cera, un block y tijeras y ese sería el regalito. Apele en este sentido a la complicidad y use frases como "puta, entiéndeme gorda, no tengo ni pa rascarme los pelos del poto".

A continuación, establezca jerarquías y arme pares de regalables. A sus padres no les regale por separado. Regale algo para la casa. A sus tíos igual cosa, abuelos también.

Después, establezca tope de cantidad, lo que se puede deducir de la división explicada más arriba.

Y en el acto más importante de todos, de esa suma total, separe lucas para autoregalarse algo. No importa cuánto. No lo haga público. Autoregálese porque se lo merece. Porque después, cuando vuelva a ser un infeliz con pega, se va a acordar de esta época de caída libre en la que los regalos tenían otro significado. No le prive a otros ni se prive usted del ejercicio materialista de la navidad. Es un acto generoso y necesario. Ahí están esos hombros que lo recibirán gustoso a usted cuando ande triste porque no sale una pega que parecía tan segura.

domingo, diciembre 10, 2006

Pinochet

La primera vez que tuve conciencia de Pinochet fue gracias a una extraña fotografía tomada en los patios de la escuela de Infantería de San Bernardo, en la cual mi abuelo, jubilado suboficial del ejército, está estrechando la mano del general. Ambos sonríen. En segundo plano, están algunos vecinos del barrio de mi abuelo, todos milicos jubilados y también sonríen. La foto está enmarcada en una vieja cómoda de madera despellejada que tiene mi abuela en su pieza. Mi abuelo ya lleva un tiempo muerto entonces y recién caigo en el hecho de que él le está estrechando la mano al presidente. Presidente, le decía mi abuela. Yo intuí que eso era algo importante. El tipo de la foto salía bastante en televisión y comprendí pronto de qué se trataba esto de ser presidente de un país.

Pero luego vinieron algunas incoherencias respecto de Pinochet en mi vida. Para el plebiscito de 1978, el funestamente recordable "Sí a Chile", escuchaba frecuentes avisos en la radio en donde se invitaba a decir "Sí".

"¿Tú votarás que sí cierto mamá?"
"Por Pinochet, ja... no... yo voto que no... además... está todo arreglado", me respondió molesta.

No me fue bien intentando reconstruir lo que las expresiones "golpe de estado" o "estado de sitio" significaban. Por una parte, casi como si fuera una expresión innombrable, mi abuela me corregía diciendo que el golpe no era golpe sino un pronunciamiento.

Recuerdo el cambio de moneda al peso, y esa mujer desnuda que rompía cadenas en la parte de atrás de las monedas de 10 pesos antiguas, con la inscripción "libertad" y la fecha del golpe. Recuerdo los avisos de la tele, con el vamos bien, mañana mejor.

Recuerdo ir creciendo y constatnado cómo mis abuelos por las dos partes defendían a ultranza el gobierno de los milicos.

Recuerdo ir de la mano de mi mamá por una calle del centro y haber tenido que arrancar porque había enfrentamiento con los milicos.

Recuerdo haberme enterado que el gobierno de Allende le entregó materiales a mi otra abuela abuela para que construyese su casa propia en la toma de Tejas de Chena y que ella emputecida se negaba a reconocerlo años después.

Y recuerdo la historia de que días después del golpe mi papá tenía unos discos de contenidos inconvenientes para la época y un arma de fuego en la casa y que tenían miedo de que los milicos entraran y nos hicieran algo.

Entonces, no sé en qué minuto, Pinochet comenzó a ser el enemigo, independiente de que mi familia estuviese dividida. En mi casa, después, circularon muchas revistas y semanarios que denunciaron al viejo y a su gobierno.

La primera vez que fui a la nieve, veníamos bajando de Farellones por el camino sinuoso y nos pararon los milicos. Nos registraron todo el auto y no decían nada. Por la radio, rato más tarde nos vamos enterando que habían atentado contra Pinochet y su comitiva. Esa noche, queríamos ver "El regreso del Jedi" en la tele, pero constantes mensajes y extras cortaron la película.

En mi colegio uno de los saberdotes mencionó una vez el tema de los derechos humanos en la prédica y como era un antro de fachos, muchos se retiraron indignados.

Alguna vez nos llevaron a las demostraciones de los comandos especializados anti motines y nos metieron la idea de que los milicos eran héroes en la misma escuela de Infantería.

Ya adolescente tuve conciencia clarísima de CNI, DINA y otras siglas desafortunadas.

Tengo una clara visión de cómo nos trataban los milicos cuando nos presentamos en masa la primera vez para hacer el servicio militar. A mí me llamaron tantas veces a presentarme que con el paso de los años y la llegada del gobierno de Aylwin se suavizó ese trato y los milicos no fueron más prepotentes de nuevo. Pero te intimidaban en los años duros, se reían de ti enfrente de otros, ridiculizaban a los que tenían escoliosis, los que eran pitis, los alfeñiques y la mejor parte era con los gordos.

La foto de Pinochet con mi abuelo se perdió en algún orden que se hizo de esa casa. No existe más. La guardaría ahora como una especie de trofeo de guerra. La vi por años, y hubo momentos en que me avergonzaba. Después, me percaté cuán involucrados estamos todos en este país y cuán responsables somos de estar aún algo divididos.

Lo que no me esperaba, en todo caso, era que este viejo huevón durara esta turrada de años. Sobrevivió 25 a la muerte de mi padre, que se fue a los 38. Se murió de 91, con la cabeza impecable, yendo con su escolta millonaria a las calles de San Diego a comprar libros de historia. No fuimos capaces de enjuiciarlo, de meterlo a la cárcel. No fuimos capaces de dar alivio a los que perdieron a su gente en esto.

Así, el sabor de la muerte de Pinochet es impunidad. La herida no se cierra.

Y por eso, a mí me duele que se haya muerto, aunque hace tiempo ya que esto era tan predecible.

martes, diciembre 05, 2006

Cesante de vacaciones

Cuando un cesante se va de vacaciones, y lleva ya su tiempo desocupado, un sutil sentimiento de culpa gobierna su cabeza: "yo debería estar buscando pega". Pero no. Algo dentro suyo es más poderoso. Y la verdad es que las ganas de mandarlo todo a la chucha no han sido todavía canalizadas y eso comienza a ocurrir recién cuando una linda azafata lo recibe a uno en la puerta de un avión en un horario de trasnoche medio pelotudo como son la 1 y cuarto de la madrugada de un jueves para un viernes. Esa es la transgresión horaria del anti trabajo, la expresión más absoluta de que la caída libre sigue en curso, que tiene esa cosa placentera e impredecible pero que igual como que te aprieta el hoyo del poto un poco.
Pude ir por Chile como otras veces, pero la decisión de ir al extranjero de vacaciones obedece a una táctica presupuestaria mínima en la vida del cesante: sale ostensiblemente más barato vacacionar en el extranjero que en Chile.
Cuando te recibe una humedad alta, una teperatura de mañana superior a los 25 grados y los funcionarios del aeropuerto hablan otro idioma, la cesantía está lejos. No existe más. Ya no te sientes sin trabajo, sin futuro. Sabes que llegaste de repente al carnaval, que es un período limitado de tiempo y te percatas además que tenías que sacarte la sensación de que el futuro se te viene encima. El cesante solo logra despegarse de su condición tomando vacaciones.
No te afecta más que tengas ganas de comprarte algo en una playa, una feria artesanal o tomarte otro copete para mirar más detenidamente un océano que de tibio es una broma.
Así me recibió Brasil.
Cuando vean los ofertones de paquete en los diarios no lo piensen dos veces. En Chile van a gastar más. Planifiquen con tiempo, junten plata a mediano plazo y mándense cambiar. Si los echan, háganlo con un pedazo de su indemnización. Si no los indemnizan, salgan pidiendo prestado. No duele, no es pecado.
El único problema es que decidí allá que no voy a trabajar nunca más en mi vida y seré un vago. No puede ser tan malo morirse de hambre me dije una tarde tomando cerveza. ¡Mira las pajas que piensa uno!

En el siguiente posteo, la sensación de regresar del cesante.