jueves, abril 19, 2007

O'Higgins

Si pudiera pensar en mi héroe favorito de la historia de Chile pondría en primer lugar, sin duda, a José Miguel Carrera. Despojado de un don autoritario, Carrera ostentaba un ego tremendo. Salía a mostrarse con su caballo blanco a las plazas, gritando consignas libertarias. No lideró movimientos nacionalistas de gran envergadura ni tampoco fue exitoso como jefe. Pero estuvo metido, no se traicionó ni traicionó a otros. Además, las mujeres morían por él.

Este tipo debía estar en las monedas de 10 pesos.

Pero está O'Higgins.

Nunca me agradó O'Higgins, pero es el tipo de líder que mejor funciona en un país como éste, donde no muchos se atreven a tomar decisiones. Se establece en algunos espacios de reflexión que los chilenos carecemos de autoridad innata y que, por lo tanto, las cosas andan mejor cuando nos mandan, o cuando el peso de la autoridad recae en personas o instituciones más fuertes.

O'Higgins es, en este sentido, como Pinochet.

Y cuando establezco ese paralelo recuerdo a alguien que dijo alguna vez que el poder no se ostenta sino que se atribuye: se es más poderoso cuando otros lo consideran, no cuando uno mismo lo considera.

En ese camino, la limpieza y santificación de la condición humana de los líderes llega a extremos pasmosos.

Y a esto quería llegar. Corría mi educación básica, mis primeras lecciones de historia de Chile. En ese momento, por decreto, se tenían que asumir varias cosas: que el gobierno de Pinochet era legítimo, que la Antártica Chilena era chilena, que la Guerra del Pacífico había sido una muestra de hidalguía para recobrar lo nuestro ante dos enemigos traicioneros y que los argentinos nos habían cagado sostenidamente anexando tierras a través de la historia.

O'Higgins, en este contexto, se presentaba como padre de la patria.

Pero lo más complicado de todo era contar su historia íntima, aquella de amoríos furtivos entre criollas y soldados que finalmente terminaban en muchos embarazos sin reconocimiento. Más en crudo: durante la Colonia y la Independencia, en Chile se institucionaliza el guacho.

Y O'Higgins era guacho.

En mi colegio, la profesora tuvo una idea genial para que nosotros, desapercibidos alumnos de segundo básico, entendiéramos que O'Higgins sólo tenía madre y no padre.

"Don Ambrosio O'Higgins y doña Isabel Riquelme se miraron a los ojos y el amor existió entre ellos. Así nació Bernardo O'Higgins, padre de la patria".

Yo estaba enamorado de una chica que se llamaba Eliana, en segundo básico. Yo no había visto muchas chicas con ojos claros y ella era, claramente, un bombón. La miraba mucho. Nunca le dije nada creo y jamás ella me habría pescado, como suele ocurrir, pero... esto se transformó en un peligro. Si la miraba mucho le podía hacer una guagua. Qué miedo. Qué horror. Un Bernardo Cuevas, por así decirlo.

Intenté reprimir la atención que tenía hacia ella, pues si la miraba mucho, cagaba. De repente, en ese proceso, ella me miraba de vuelta, y ahí era como tirar en el día 14.

Afortunadamente no fui padre a esa edad. Y por un buen tiempo bajé la vista para resistir mirar a la chica que podría engendrar un nuevo padre de la patria.

jueves, abril 05, 2007

De dobles y tributos

Con algo de vergüenza ajena me encuentro frente a la televisión abierta y un hombre con una parecido caricaturesco a Marco Antonio Solís, vestido a la fuerza como él, está sentado sonriendo. Su enjuta mujer confiesa, sentadita y resignada, que le gusta que él se parezca al cantante mexicano pero no le hace gracia que las mujeres lo acosen. Porque de veras lo acosan.

El tipo hace algo así como 3 recitales por noche los fines de semana, en los que no sólo simula ser el cantante popular haciendo mímica sobre un playback. También se las da de cantante y lo hace pésimo. En algunos lugares se da la maña de pedir camarín propio y cobra mucha plata sin tributar derechos de autor, de imagen, ni nada parecido.

Ese mismo día, según alguien que me contó, el tipo apareció en un programa de tribunales de Chilevisión parece, nuevamente con su mujer. Ella acusaba que él es demasiado celoso.

Día de San Patricio: se trata de una celebración esencialmente irlandesa, en donde todo lo que se hace, se bebe y lo que uno viste lleva el color verde. Es una especie de spring break, donde aparte de ser feriado, los gringos quedan como güila y las mujeres terminan mostrando las tetas en Wild On.

Bueno, en Chile también se celebra. Y el lugar más clásico es el llamado Flannery's, de un irlandés avencindado en tierra chilena, de ese apellido, que ostenta un pub a la usanza de los bretones en el sector de Tobalaba con Providencia, con los baños meados y vomitados, una cocina donde abunda el cordero y la gracia más notable: un catálogo de cervezas y ales de la temporada (se puede conseguir Guiness real). En tres días de celebración el número más importante no es el de los bailes celtas típicos ni de las interpretaciones folklóricas sino la actuación de una banda llamada Lemon, que desde hace varios años tributan temas de U2.

Lemon, dentro del universo de imitadores y tributos, es una banda que lo hace muy muy bien. Si cierras los ojos, te tomas el trago verde y hay alguna gringa a tu lado tarareando, jurarías de guata que estás en un pub en Dublín con U2 como invitado estelar. Preocupados de las notas, de los equipos que usan, los efectos, secuencias y con un notable trabajo de voz de su vocalista (que tiene además un digno acento al cantar), Lemon no sólo es el escándalo mayor para la gente que se va a celebrar algo tan ajeno como San Patricio sino que enloquece, literalmente enloquece, a los gringos y gringas que van al lugar. Al vocalista se le cuelgan las gordas y rosadas gringas borrachas, lo besan, lo abrazan.

El pasado mes de marzo la gente hablaba de ir a ver a Pink Floyd. Bueno, como que Roger Waters vende un poco esa idea reactualizando la presentación del disco The Dark Side of the Moon, a mi entender el mejor disco de los Floyd. Luego de una mezquina reunión para cuando se realizó el espectáculo de aniversario de Live Aid, nunca ha habido hechos concretos alrededor de esa reunión. Dave Gilmour ha sido algo más honesto y publicó paralelamente un disco solista de sorprendente calidad, On an island. Así, Waters se lleva todos los aplausos de un público súper poco exigente, que está convencido que tiene a Pink Floyd enfrente. Creo que se necesita algo más que uno de ellos para escuchar algo dignamente cercano a la formación de cuarteto original. No lo digo de resentido, pero Waters fue el que finalmente arruinó el universo creativo de los Floyd volcando todo su ego en discos muy malos. Por otra parte, Gilmour obtuvo el permiso para usar el nombre de la banda y compuso dos discos de cierta resonancia pero vacíos de ideología, A Momentary Lapse of Reason y el complaciente The Division Bell.

Aún así, cientos de fanáticos de Floyd encuentran alivio también en bandas tributo. Otros números clásicos tienen sus respectivas bandas tributo también: Sweet Rose versionan a los Guns N Roses, Ballbreaker a los AC /DC y hay muchos otros, de muy buena calidad, versionando a Rush, Deep Purple...

Nos gustan las suplantaciones. Nos conformamos con las suplantaciones. Probablemente la cordillera, la extremidad geográfica, las pocas posibilidades de que números musicales de importancia lleguen a nuestros estadios. No lo sé. Pero al no ser tan exigentes a este respecto nacen una serie de fenómenos de imitación que son, paradojalmente, muy nuestros, muy chilenos.

Es cosa de ponerlo a prueba. Los concursos más exitosos en Chile tienen que ver con imitadores o suplantadores, desde el disfraz hasta el sonsonete.